El canciller Elías Jaua responsabilizó ayer al secretario de Estado de EEUU, John Kerry, de ser «el principal alentador de la violencia» en Venezuela. En el último mes han muerto 28 personas
El 5 de marzo se cumplió el primer aniversario de la partida de Hugo Chávez y si damos crédito a algunas reflexiones superficiales que circulan por diversos medios, pareciera que el país está situado en unas coordenadas diferentes a las que estaba antes del fallecimiento del líder bolivariano. Sin embargo, una mirada más serena nos indica que estamos ante un escenario donde viejos y fosilizados problemas están agudizándose, mostrando de manera más descarnada el riesgo de un posible colapso de la Revolución Bolivariana.
- Drones mediáticos.
«Una joven estudiante chilena muere en las movilizaciones de la oposición contra el régimen de Maduro en Venezuela». La falsificación de la realidad por parte de la maquinaria mediática transnacional convierte por arte de magia en «joven opositora», a una ciudadana chilena de izquierda, simpatizante del Gobierno bolivariano, que es asesinada por paramilitares al servicio de la derecha golpista.
La estrategia de terrorismo comunicacional diseñada en los laboratorios del latifundio mediático bombardea con sus drones mediáticos nuestras mentes, logrando a veces confundir a sectores progresistas de muchos países. La denominada en Venezuela «clase estudiantil burguesa», minoritaria y elitista, es reconvertida en movimiento estudiantil mayoritario con el que es difícil no identificarse, si renunciamos a un análisis más riguroso en términos de clase. Paralelamente, se oculta deliberadamente que el grueso del movimiento estudiantil está compuesto hoy en día ‑gracias a la descomunal inversión del Gobierno bolivariano- por hijos de las clases populares, que pueblan por decenas de miles las nuevas universidades públicas y que se han manifestado reiteradamente a favor de la paz.
Sin embargo, esto no oculta que el proceso de cambio esté, en palabras del profesor Vladimir Acosta, en su momento más crítico. Algunas lecturas complacientes desde el chavismo ayudan poco a comprender la compleja realidad, además de obviar algo cada vez más evidente: que Venezuela está en una peligrosa encrucijada.
- Objetivo: la renta petrolera.
La burguesía parasitaria, después de su derrota coyuntural entre los años 2003 y 2006, cuando la Revolución Bolivariana consiguió apropiarse de una gran parte de la renta petrolera para destinarla al nuevo proyecto histórico (política social popular, nuevo modelo económico y reordenamiento geopolítico latinoamericano), ha conseguido en los últimos años comenzar a recuperar parte del botín a través de la guerra económica.
La acumulación fraudulenta de miles de millones de dólares para la importación (real o ficticia) y la práctica especulativa salvaje le están permitiendo rescatar parte de la renta petrolera. El objetivo final: el control absoluto de la renta.
- Estrategias complementarias.
Aunque pudieran parecer enfrentadas, la derecha está implementando dos estrategias que aparentemente son divergentes, pero que en la práctica terminan siendo complementarias en su efecto: debilitar al Gobierno hasta hacerle doblegarse.
Por un lado, está operando la estrategia político-militar ‑bautizada como «La Salida»-, que se manifiesta en el último mes en las acciones violentas en las calles, con su ritual de barricadas y grupos de choque de jóvenes de urbanizaciones de clase media-alta. Estos hacen de carne de cañón, mientras los profesionales de la guerra, grupos paramilitares de origen colombiano que desde hace años se han ido instalando en Venezuela, son los encargados de asesinar tanto a manifestantes de un lado de la barricada como del otro. Resulta sumamente significativo que una parte importante de los casi 30 muertos del último mes hayan sido ultimados por francotiradores. La sofisticación llega al extremo, en algún caso concreto, con el uso de falsos uniformes de la Policía bolivariana.
Por otro lado, continúa su curso la estrategia de desestabilización económica, a través de la ya archiconocida ecuación «acaparamiento-desabastecimiento-especulación», además del expolio de dólares provenientes de la renta petrolera gracias a la entrega de divisas preferenciales para la importación.
- ¿Y el Gobierno?
Ante este escenario de «insurrección de la burguesía», la estrategia del Ejecutivo de Maduro se destaca por su accionar errático y por proyectar una imagen de debilidad, más allá de la retórica desafiante de algunos momentos.
De la contundente ley de precios justos y la propuesta para controlar el comercio exterior se ha pasado, en el marco de la Conferencia de Paz, a un proceso de negociación con la elite empresarial.
Los analistas más críticos del movimiento bolivariano indican que el encuentro al más alto nivel entre el verdadero «capo» de la oposición, el propietario de la todopoderosa corporación empresarial Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, y el núcleo duro del Gobierno bolivariano, puede traer como consecuencia la redefinición radical de la Revolución Bolivariana.
La propuesta del oligarca del sector de la alimentación se sintetizaría en garantizar el fin del sabotaje económico a cambio de una reorientación del proceso de cambio que implicaría aparcar cualquier tipo de horizonte socialista y reproducir un modelo económico al estilo brasileño, donde se materializaría de manera expresa una alianza desarrollista entre el Gobierno y las cámaras patronales más importantes.
Independientemente del recorrido real o ficticio que pueda tener este escenario deseado por la burguesía más inteligente y pragmática, el movimiento popular está diseñando su propia ofensiva, con la reciente conformación del Consejo Popular Revolucionario, que pretende en los próximos días realizar una marcha nacional que recorrerá el país, dirigiéndose al Estado Táchira, actual centro de operaciones de grupos ultras y paramilitares.
La batalla clave no parece que se vaya a desarrollar ni en Unasur ‑a pesar de la importancia que sigue teniendo el frente regional- ni en ningún salón del Palacio de Gobierno (Miraflores), sino en la encrucijada donde el Ejecutivo tendrá que tomar decisiones de carácter histórico: en la dirección de un futuro pacto termidoriano (nunca descartable para un grupúsculo de la nomenclatura chavista) o en dirección hacia el Estado Comunal, lo que exige saltos cualitativos y urgentes en el estratégico campo del control de los medios de producción y reproducción.